Control del dolor
As a dentist, managing your patients' pain is a high priority. But are you neglecting your own pain in the process?…
15 minutos de lectura
Descubre estrategias basadas en evidencia para una mejor gestión del dolor, procedimientos más sencillos y pacientes más felices.
No cabe duda de que los odontólogos que pueden ofrecer un control informado del dolor son muy valorados. Al ser el dolor un proceso complejo y específico de cada persona, no existe una solución sencilla. El objetivo es entablar una relación duradera y agradable con el paciente por medio de una asistencia óptima. Como veremos, numerosos prejuicios pueden obstaculizar la eficacia del tratamiento, pero es posible superarlos adoptando nuevos planteamientos en la práctica diaria. En la actualidad, el control del dolor no debe basarse exclusivamente en un enfoque farmacológico: depende en gran medida de la comunicación con el paciente.
El dolor es un fenómeno provocado por el cerebro y existen tantos modos de manifestarlo como personas. Numerosos factores contribuyen a la variabilidad en la percepción del dolor: las desigualdades genéticas, el sexo, la formación, la extracción social, la cultura, etc.
Puesto que la manifestación del dolor presenta tanta variación y depende de todos estos componentes, resulta más complicado sentir empatía: la gente únicamente tiende a reconocer aquel dolor con el que es capaz de identificarse personalmente. Los profesionales deben deshacerse de ciertos prejuicios si no quieren dejar de lado a parte de su base de pacientes. En particular, se infravalora de manera sistemática y, por tanto, se trata de manera deficiente el dolor que sufren las mujeres. En una situación médica idéntica, las mujeres reciben menos morfina que los hombres. Los prejuicios por razón de sexo o las ideas equivocadas en relación con las diferencias biológicas son habituales dentro del sistema sanitario y han conducido a los facultativos a creer que las mujeres exageran el dolor que sienten. Estas diferencias se han puesto de relieve en varios estudios.1
Por otra parte, un estudio reciente ha confirmado que las mujeres son más sensibles a determinados tipos de dolor. Por ejemplo, cuentan con el doble de receptores en el rostro: 34 en el caso de las mujeres, frente a los 17 de los hombres. Esta diferencia puede avalar la afirmación de que las mujeres muestran una sensibilidad diferente al dolor.2
Los niveles de dolor también se suelen subestimar en los pacientes de raza negra y de otras minorías étnicas, normalmente como resultado de ideas erróneas sobre sus diferencias biológicas, lo cual genera una brecha en el tratamiento y la asistencia al paciente. Por ejemplo, un estudio retrospectivo halló una probabilidad considerablemente menor de que los pacientes de raza negra recibieran analgésicos por fracturas de extremidades en los servicios de urgencias en comparación con los pacientes de raza blanca (57 % frente a 74 %), pese a referir un dolor similar.3
Las personas también pueden manifestar el dolor de manera diferente por motivos culturales. Por ejemplo, los estereotipos sobre la masculinidad pueden impedir que algunos hombres expresen el dolor que realmente sienten.4 En consecuencia, es fundamental que, mientras prestan una asistencia de la máxima calidad, los odontólogos no pasen por alto esta cuestión. Aun así, no siempre es sencillo determinar qué conviene recomendar en cada situación. Algunos estudios recientes han introducido nuevas posibilidades para el control del dolor en el tratamiento de los pacientes.
Para asegurarte de que ofreces a los pacientes un control óptimo del dolor en la consulta, dispones en la actualidad de un amplio abanico de nuevas técnicas que puedes descubrir o explorar con más detalle. Los pacientes son los únicos que pueden indicarte cómo se sienten. Su participación es esencial para evaluar la intensidad del dolor y la eficacia de los tratamientos propuestos. En consecuencia, los nuevos modos de controlar el dolor tienen en cuenta al paciente en su totalidad y aprovechan todas sus capacidades físicas y mentales. Ahora, la clave para optimizar la relación entre el profesional sanitario y el paciente es una buena comunicación. Con el fin de abordar con éxito el problema del dolor, ofrecemos algunas directrices que te guiarán por la senda correcta.
Esta técnica incluye dos aspectos :
Uso de escalas para expresar el dolor
Puedes utilizar algunas herramientas para ayudar a los pacientes a expresar el dolor que sienten. Entre las más utilizadas están las siguientes:
La escala visual analógica (EVA): una pequeña regla en la que, mediante el movimiento de un cursor en un sentido u otro, los pacientes deben indicar la intensidad del dolor que sufren. La parte trasera de la regla, concebida para la persona encargada de realizar la valoración, contiene una escala de 0 a 10 (o de 0 a 100 mm). Sin embargo, el hecho de que dos pacientes califiquen su dolor entre 7 y 10 no significa que lo noten con la misma intensidad. Esta valoración debe ir acompañada de un diálogo entre el profesional sanitario y el paciente.
La escala de clasificación numérica (NRS): el profesional sanitario solicita al paciente que determine su nivel de dolor rodeando con un círculo el número del 0 al 10 que indique mejor el dolor que siente. Un valor de 0 significa que no sufre dolor. Un valor de 10 significa que sufre el máximo dolor imaginable.
Ambos métodos pueden utilizarse para evaluar el dolor, pero también pueden emplearse para expresar el nivel de ansiedad.
Aprende a mitigar la ansiedad del paciente eligiendo con cuidado tus palabras. La atención sanitaria recibida durante la niñez o una mala experiencia pueden originar un miedo infundado. El lenguaje que utilices, tanto verbal como no verbal, puede tranquilizar al paciente si lo usas de un modo coherente. Si dices «te escucho», tu actitud debería confirmarlo: no mires por la ventana ni consultes otro documento al mismo tiempo. Esto es obvio si se tiene en cuenta la «regla de las tres “uves”», basada en los estudios publicados en 1967 por el profesor Albert Mehrabian, según los cuales solo el 7 % de la comunicación es verbal (palabra hablada), mientras que el 38 % de la comunicación es vocal (tono y sonido de la voz) y el 55 %, visual (expresión facial y lenguaje corporal). Esto significa que el 93 % de la comunicación no es verbal.5
No obstante, las palabras tienen un poder real, sobre todo cuando se usan en el campo de la hipnosis clínica. Esta técnica está ganando popularidad en las clínicas dentales, ya que permite inducir un estado de relajación en el paciente, haciendo que este desvíe la atención hacia otro asunto gracias al uso de un ritmo calculado al hablar.
Cómo salirte del papel
Durante tu época de formación, puede que te hayan enseñado a mantener una distancia profesional con el paciente y a no mostrar tus emociones. Quizá también te hayan aconsejado no entablar una relación demasiado cercana con los pacientes a fin de evitar que compartas su sufrimiento y te sientas responsable de este. Sin embargo, tienes mucho que ganar si escuchas a los pacientes, analizas sus necesidades y les haces preguntas.
Terapia cognitivo-conductual (TCC)
¿Qué puede hacer el profesional sanitario cuando el dolor no presenta ninguna causa física reconocible? Puede ser interesante investigar su origen mediante terapias psicológicas, como la terapia cognitivo-conductual.
Por un lado, la TCC se centra en aliviar las manifestaciones de un problema psicológico con el fin de superar la situación de crisis. Por otro lado, permite analizar con detalle los patrones de la vida de la persona. Este trabajo en profundidad no solo sirve para comprender los problemas y sus causas, sino también para modificar patrones disfuncionales.
Merece la pena considerar el uso de la TCC, tanto por el bienestar del paciente como por la productividad de la consulta, ya que la dentofobia puede conllevar cancelaciones repetidas, una continua reprogramación de las citas o la imposibilidad de tratar o tranquilizar a pacientes muy nerviosos. Tal vez sea buena idea que la consulta informe a algunos pacientes acerca de este tipo de terapia conductual. Esta terapia, de la que se encarga un psicólogo, suele ser una terapia breve y eficaz, puesto que se acomoda al objetivo concreto que se persiga.
Cuando los fármacos no bastan por sí solos para ayudar a los pacientes, debe procurarse que estos comprendan y controlen mejor su dolor por su propia cuenta. La medicina integral combina los tratamientos clásicos con terapias alternativas6, como la acupuntura, la consciencia plena (mindfulness), el masaje o el chi kung7. El primer paso es informar y concienciar sobre estas técnicas. Existen cursos de formación para aquellos que deseen aprender más e integrarlas en su consulta.
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